Dedicada a San Miguel Arcángel ha sido totalmente restaurada después de la última Guerra.
Mantiene al exterior unos muros de mampostería y ladrillo tanto en su cuerpo de nuevo como en la torre situada al lado izquierdo forma constructiva de su pasado barroco, ya que la torre porta la fecha de 1693.

 

edi_gra01En cuanto al interior, muy renovado, producen extraño efecto, pues las naves y el presbiterio conservan en parte el tipo barroco al que pertenece, pero sin embargo presenta una cubierta plana en el interior de la nave central con un casquete en el centro, estucada y dorada. En los nuevos altares se sitúan imágenes modernas que han sustituido a las antiguas.

Con respecto a la antigüedad de la iglesia quedan pocos datos; el más fiable es la breve mención de las Relaciones de Felipe II, y una lápida sepulcral del s.XVI que en la actualidad se sitúa en el vestíbulo de la actual iglesia y que dice: “Aquí está sepultado el muy reverendo Sr. Protonotario Gregorio Balaguer de Salcedo, camarero que fue del Papa Paulo III y de Julio III, cura de esta iglesia, falleció a 15 días de mayo de 1556. Puso esta memoria su hermano Luis Salcedo, cura de esta iglesia y dotó una misa cantada el día de San Gregorio perpetua por el ánima de su hermano”. A los lados, escudos de Paulo III y Julio III y el de Gregorio Balaguer.

En el lado izquierdo del Evangelio, se encuentra la capilla del Cristo de la Vera-Cruz que junto con la Virgen de Valverde son las imágenes de mayor devoción de Fuencarral.

Pero vamos al origen de este Cristo. Existe una antigua leyenda también recogida por Cantó:
“ El 24 de abril de 1547, durante la batalla de Mulhbrg, Carlos I divisó colgado de un árbol un Cristo cuyo pecho había sido atravesado de un arcabuzazo. Apeóse el emperador de su cabalgadura y, después de adorar breves momentos la imagen cargó en desagravio, con tal furia contra el enemigo, que al llegar el ocaso, fue suya la victoria. Al regresar a España, en 1556, trajo consigo la imagen, guardándola en su poder hasta que se retiró a Yuste, dejando el crucifijo en El Pardo. Pasó después la imagen a manos de Don Antonio Pérez de Guzmán, capitán del emperador, el cual a su muerte en 1565, donó la imagen a la iglesia de Fuencarral.
Más tarde fue colocada en la Ermita del Humilladero, junto al Camino Real, la cual, por este motivo, ostentó mucho tiempo las armas imperiales.
Dicen que fueron causas poco claras por las que se destruyó la ermita. Y éste fue el motivo por el cual las gentes de Fuencarral construyeron la capilla, que en la iglesia contiene el Cristo, al cual a partir de la fecha se le denominó de la Vera-Cruz. Se creó una Hermandad y que se inició el culto público hasta hoy día”.
De cómo era ésta capilla antes de la guerra del 1936-9, tenemos que recurrir a descripciones; pues fue totalmente destruida igual que el Cristo y los dos altares laterales que se citan “con buenas imágenes” (según Benavente y Barquín, a pesar de que sus criterios artísticos no parecen muy fiables; dice: “En ésta capilla imperan las columnas salomónicas y su estilo churrigueresco pertenece al renacimiento”).

La restauración ha mantenido la primitiva estructura barroca, cubierta con la gran cúpula.

ERMITA DEL HUMILLADERO

En la calle Nuestra Señora de Valverde se construyeron hace dos décadas un conjunto de escuelas para dar clase a los adultos. Tomemos como referencia estos edificios y la colonia de Fuencasa para detenernos justo en el medio y buscar con la mirada una vieja acacia que aguanta la polución estoicamente. Cuatro ramas, repletas de hojas verdes, delatan su color de primavera. A sus pies, un monumento desproporcionado que se esconde de no se sabe qué cosas. Se trata de una cruz de granito con una inscripción dedicada a los héroes madrileños del año 1808. A las puertas de la ermita hay una tapia de ladrillo enfoscada con cemento y arena. Enseguida nos llama la atención la puerta metálica que abre una rejilla en cada hoja para que podamos contemplar la figura del Cristo. Cuatro velones encendidos iluminan una estancia oscura como las noches sin luna, dificultando la mirada indiscreta que busca los secretos. Por fuera todo es cemento, con tonos suaves para no ser pretenciosos. El arco de la puerta es de estilo ojival, con gustos arábigos que rompen la monotonía. El tejado, vertiendo a cuatro aguas, se remata en diminuta cruz donde los gorriones juegan a enamorarse con revoloteos. En su interior una imagen del Cristo del Humilladero que le dio nombre.
Era el lugar donde se veneró al Cristo de la Vera-Cruz. Su situación, junto al antiguo camino de Francia permite identificarla con la que describe Pío Baroja en su libro “Camino de Perfección”.
“A las nueve estaba Osorio en Fuencarral. En la entrada del pueblo, a la derecha, hay una ermita blanca, acabada de blanquear, con la puerta de azul rabioso, cúpula de pizarra y un tinglado de hierro para las campanas”

ERMITA DE SAN ROQUE

San Roque tiene ermitaño: Francisco Lebrato Mejía. La ermita se alza en un cerro un tanto alejado para que nadie se pierda. Muy cerca pasaba la maquinilla que salía desde los Cuatro Caminos en dirección a Colmenar Viejo. La cal de sus muros se torna grisácea de año en año, tan grisácea como las piedras de granito que soportan el peso de cuatro lienzos de ladrillo. El artesonado del techo se conserva como antaño, trenzando dibujos que llevan la vista hasta el centro del altar, donde se guarda la imagen de San Roque. Hay además un pequeño icono que no tiene nombre y las figuras de San Joaquín y Santa Ana, procedentes de la ermita que se levantó en el cementerio desaparecido. Todavía se celebra la fiesta del Santo el 16 de agosto. La hornacina de San Roque se adorna con exvotos que recuerdan los milagros a favor de los vecinos. Se cuentan mil y una historias de los favores que el santo prestó a quienes le veneraron, haciendo leyenda de la verdad.
La ermita se construyó en terrenos de la familia Montes. Una descripción del s.XIX, hecha por Benavente y Barquín dice que “Se levantó hace muchos años, en terrenos y por cuenta de la familia del Sr. Montes, la cual costeaba la misa todos los domingos, siempre que hubiera sacerdote que la dijese”. También habla de la función del santo que se trasladaba a la parroquia los días de la novena y “la vuelven el día del santo, por la mañana, a la ermita, donde se celebra la fiesta. Romería con bailes, arcos, fuegos artificiales…”

ERMITA DE NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

A finales del siglo XIX Fuencarral inauguró nueva ermita a la salida del pueblo en dirección a Valverde. Debió construirse entre los años 1891 y 1900 ya que en las crónicas de 1891 escritas por Benavente y Barquí no aparece citada y luego se encuentra situada en el plano de 1900 de F.Cañada.

Se trata de un edificio de ladrillo con una gran cúpula metálica. Escribe Cantó sobre ella: “ … a la derecha de la carreteras, en un pequeño altozano, por su amplio cimborio semeja un observatorio astronómico o un panteón familiar”.

Todavía se conserva el arco de medio punto, rematado en su parte alta con rejas y cristales. A los lados de la entrada principal tiene dos hornacinas, cegadas por el cemento, que antiguamente fueron ventanas. En el campanario se conserva la pequeña campana que avisaba a los vecinos para la misa, retorcidos los hierros que la soportan por manos de ladrones frustrados. Luciano González Martín es el encargado de su custodia. Vive aquí desde que se acabó la Guerra Civil. Nos cuenta que allí se vestían los moros y cristianos que participaban en las fiestas de Nuestra Señora de Valverde.

ERMITA DE SAN SEBASTIÁN

Es conocida por la descripción que de ella hace Benavente y Barquín, se encontraba “…en el cerro de su nombre, junto a la carretera a 200 metros del pueblo, hacia el norte. Fue edificada en 1885 por el propietario Don Manuel Casildo, en una memoria de su difunta esposa e hijo, y con intención de construir a su lado un mausoleo donde descansarán los restos mortuorios de las personas de su familia, lo cual no se ha llevado a efecto aun por carecer de las licencias necesarias. Se halla situada en una altura, con suave pendiente, adornada con árboles, formando paseo, con lo cual ha conseguido amenizar el sitio, ya de por sí pintoresco por el panorama y buen golpe de vista que ofrece. En ella se veneran las imágenes de Nuestra Señora de Lourdes y en hornacinas laterales San Sebastián y San Antonio”.

La situación al norte del pueblo y también el culto a la Virgen de Lourdes pueden llevar a pensar que se trataba de la ermita de dicho nombre. Esta confusión la aclaran Ortega y Rubio, en su Historia de Madrid y de los pueblos de su provincia, de 1921, que cita la de Nuestra Señora de Lourdes entre las existentes y afirma “otra capilla, dedicada a San Sebastián, se ha derruido hace poco tiempo”.

ERMITA DE SANTA ANA

Más conocida y bien localizada es la, también destruida, de Santa Ana, situada “en otro cerro frente al de San Sebastián, en el noroeste a 150m del pueblo, al terminar la calle y eras de su nombre”.
Esta ermita de Santa Ana era la el antiguo Cementerio de Fuencarral y según Benavente y Barqui: “como apenas queda local disponible en él, hace unos años se pensó en la construcción de otro más capaz y que reuniese mejores condiciones higiénicas”. Y efectivamente en 1891, se inicia esta nueva construcción con rentas de la Dehesa de Valdelatas. Se conoce, además, que por la escasez de fondos para la obra, y para que se construya rápidamente “toda la piedra que necesita para el muro y cimientos, utilizan la del muro que hicieron desde el convento de Valverde hasta El Pardo, cuando los reyes venían de caza, para separar dicho Real Sitio de la población de Fuencarral, y que después de concluido no se sirvieron de él por haber hecho otro en distinta dirección por cuenta del Real Patrimonio”.

El nuevo cementerio se encuentra en la carretera de Fuencarral al El Pardo y hay allí una ermita.

Entre los edificios de carácter civil destaca el Ayuntamiento, reconstruido totalmente en el año 1979, según el modelo antiguo. El primitivo había sido construido en 1877, ocupando el lugar en que antes estaba el matadero público.
Ciñéndose a la descripción de Benavente y Barquín: “sobre el cuerpo de entrada con columnas toscanas de piedra, un balcón corrido que ocupa lo que es la sala de sesiones.
Encima del hueco central de chico balcón se ve en piedra el escudo de armas reales”.
La falta de escudo propio de la villa de Fuencarral hizo que en 1944 el Ayuntamiento solicitara al Ministerio de la Gobernación el uso de un escudo de Armas, compuesto de cuatro cuarteles en campo de gules, una fuente de plata como primer cuartel, una encina de su color en campo de oro, un águila en campo de plata y el cuarto, de unas vides.
El informe, que al respecto dio la Real Academia de la Histórica considera el diseño “como interpretación romántica e ingenua, en modo alguna científica”
Rechaza la división en cuatro cuarteles y suprimidas vides y encinas, “debía quedar reducido a su primer cuartel: el escudo de la villa de Fuencarral será en campo de gules la fuente de plata, según el diseño, timbrado con el coronel típico español, la bordura camponada de Castilla y León, como alusión a la incorporación a la Corona en 1630”.

En el Ayuntamiento, edificio actual, se colocó el escudo de Madrid, a causa de su anexión a este ayuntamiento, en 1950.

Enfrente del Ayuntamiento estaba un edificio “en el cual hacían estancia Felipe V y otros reyes cuando pasaban para ir de caza. Encima de la puerta de este edificio y sobre piedra, se lee una inscripción en latín que traducida dice: “ FELIPE V POR LA GRACIA DE DIOS, REY DE LAS ESPAÑAS. AÑO MDCCVI” (1706). Y ACABA Benavente y Barquín, “conserva buen aspecto y ha sido revocado recientemente”.

edi_gra10La Casa Grande es uno de los edificios que dan a Fuencarral sabor a pueblo, a pesar del desarrollo, haciendo que no se convierta en mera ciudad dormitorio.
Situada en su arteria principal, avenida de Nuestra Señora de Valverde.
Edificio que representa poder económico dentro de la economía agrícola y al mismo tiempo desarrollo, pues significa una producción suficiente como para llegar al mercado y fruto de dar trabajo a otros terceros.
Su función como Casa responde al tipismo castellano: cuadrante entorno a un patio que con su pozo recoge la total actividad de la casa.
El piso bajo, para el servicio y dependencias públicas. Escalera situada en un ángulo de dicho patio, como todas las de esa época (ss. XVI y XVII), con rellano de doble acceso y que encauza al primer piso y principal.
El patio queda así porticado con sus pies derechos y zapatas, típicamente castellana, solo cortado en muy reales y nobles construcciones que se inundaron de las últimas ideas constructivas que venían del exterior.
Y el piso de arriba un corredor que es el eje neurálgico de comunicación de las dependencias que a su vez pueden estar unidos entre sí dos o tres; unidad básica de la habitación musulmana con salida a un patio donde se comunican todas las habitaciones como las viviendas judías. Pero es la única casa – castellana.
Las tres culturas; volcando su vida en el interior.
El tercer piso; almacén; cámara de igual que los ángulos de la casa como torres, machones que encuadran o enmarcan, encajonan o sustentan la totalidad; pero siempre como almacén.
Quizá como elemento mezcla de moro-cristiano, torre de casa como de la influencia de la casa-castillo-palacio mediterráneo, donde la torre no tiene acceso desde el piso bajo sino que donde se almacena solo tienen acceso desde un punto elevado.
Cuadras-patios-graneros y pajares- Lagareta- molino y cueva: tierra que conserva; tierra que encamina a la tierra.

POR QUÉ Y COMO SE CONSTRUYÓ LA ERMITA

En el antiguo camino de Francia se levanta el convento de Valverde, bello y majestuoso edificio que desde la lejanía sugiere historias de tiempos pretéritos. Valverde se aísla de las industrias para conservar sus encantos bajo ladrillos desgastados. Ermitaños, monjes y soldados velaron armas, forjaron sueños y rezaron a la Virgen.

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Cuentan los historiadores que Nuestra Señora de Valverde era ya venerada antes de la invasión árabe, ocurrida en el año 712.

La leyenda fecha la aparición de Nuestra Señora de Valverde el 25 de abril de 1242. Es evidente que durante la invasión musulmana sufrieron saqueo los templos cristianos, por lo que debió ser común que los habitantes de las zonas conquistadas ocultaran los símbolos sagrados de su religión. Con respecto a la Virgen de Valverde se apuntan varias hipótesis que no ha sido posible confirmar por la escasez de documentos de la época. Puede que fuera ocultada mientras se enfrentaban los ejércitos segoviano y madrileño, en tiempos de Fernando III el Santo. O que los vecinos del lugar donde se alzaba la supuesta ermita pusieran a buen recaudo la escultura para evitar sacrilegios.

Todo esto se conoce a través del “Codice”; que fue a su vez copiado de otro anterior en 1798, tal y como señala en su prólogo. En él se recoge la historia de cómo se aparece, como se marcha por la noche, se decide hacer la ermita, no hay agua y el milagro del pozo.

A las afueras de Fuencarral, en el sitio llamado Cuesta del Cuervo, acostumbraban los pastores a reunirse para charlar de sus asuntos en la confianza de que los perros vigilaban atentamente los rebaños. Transcurría la mañana entre el sosiego y el aburrimiento, entreteniendo los minutos con zatos y queso de oveja, manjar preciado por los pastores. El 25 de abril amaneció teñido de azul y las piedras brillaban más que de costumbre. Debió ser al mediodía cuando un halo envolvió las retamas de la Cuesta del Cuervo, provocando un resplandor que alarmó a los pastores. De pronto, la Virgen surgió de la nada y deslumbró a los presentes. Ladraron los canes, revolotearon los pájaros y los hombres se arrodillaron para recuperar el aliento. Un pastor se aproximó a la Virgen y dio fe de que no era un sueño. Corrieron en busca de los vecinos para que todo el mundo fuese testigo de la aparición. Las campanas de la iglesia avisaron a las gentes y en instantes se decidió acudir en peregrinación hacia el lugar indicado. Cuando llegaron al punto exacto, la imagen de la Virgen se mostraba en todo su esplendor, gesto que fue interpretado como un deseo de agradar a los vecinos. Se celebró así, por primera vez, el homenaje del pueblo a la Virgen de Valverde, llevándola a hombros hasta la iglesia.

Varios días después una voz anónima dio la voz de alarma. La Virgen había desaparecido de la iglesia y la primera sospecha fue pensar en el hurto. Se armaron los hombres y salieron en busca de los ladrones. Y en la Cuesta del Cuervo la hallaron de nuevo, junto al mismo pozo donde había sido escondida por el buen cristiano. Regresó la Virgen a la iglesia custodiada por los vecinos y establecieron turnos de vigilancia. Esta vez la imagen desapareció sin que nadie hubiera entrado al templo, ya que en todo momento permaneció a la vista de los fieles. Dicen que al alba caminó hasta la retama donde se había aparecido y se apostó en el lugar rodeada de una nube. Entonces entendieron los habitantes que aquel punto era el escogido como morada y se aprestaron a elevar un altar que al poco tiempo fue transformado en ermita.

Las primeras noticias acerca de la construcción de la ermita se refieren al momento de la aparición de la Virgen. Se cuenta que por entonces hizo el primer milagro al conseguir agua para las obras en el lugar donde fue encontrada la imagen. Durante el tiempo que duró la construcción no dejó de brotar agua del pozo, pero al finalizar los trabajos quedó tan seco como al principio.

LA LOA

edi_gra17En 1742 se celebró el quinto centenario de la aparición de la Virgen. Durante once días los vecinos de Fuencarral y alrededores honraron a su patrona, organizando procesiones, adornando el santuario y cumpliendo con los preceptos religiosos. En homenaje a la Virgen de Valverde se representa la loa en el santuario. La celebración tiene lugar cada cinco años y alude a la lucha entre moros y cristianos en el reino de Granada, tras la sublevación de un grupo de moriscos en Las Alpujarras, capitaneados por Abén Humeya. Entre 1568 y 1571 las tropas del Marqués de Mondéjar y de don Juan de Austria lucharon por sofocar la revuelta, consiguiendo finalmente su propósito. La obra, de autor desconocido, se compone de dos partes, en la que intervienen dieciséis personajes. Verso a verso, entre danzas y diálogos, se explica la reconquista de las Alpujarras finalizando con la súplica de despedida a la Virgen. Los personajes de la primera parte son: Botarga, Alcalde, Abanderado moro, Abanderado cristiano, Mayoral, Zagal, Zagalillo y Zagala. Los personajes de la segunda parte son: Abén Humeya, Malec, Cegrí, Zelin, Don Juan de Austria, Marqués de Mondéjar, Don Alonso de Granada y Don Luis Fajardo.

LA IMAGEN DE LA VIRGEN

En cuanto a la imagen de la Virgen, una talla de madera de todo un bloque «… tiene de alto como tres cuartas y está sentada sobre un asiento, que ni es silla ni parece ser más que un trozo de madera labrado; y, registrado con cuidado, se conjetura que el artífice labró la imagen, asiento y peana sólo de una pieza y ésta (la peana) tiene de alto poco más de un dedo, haciendo figura orbicular y en ella aparece escrito alrededor, con caracteres bien antiguos, que con dificultad se leen: O MATER DEI, MEMENTO MEI (Madre Dios, acuérdate de mi). La fisonomía del rostro de esta divina Señora es en el todo más largo que redondo. La frente grande; los ojos azules y de color de cielo y no muy grandes; la nariz aguileña; la boca pequeña y cerrada; la barba proporcionada. Está adornada con toca de talla y debajo de ella se descubre algo de cabello y encima sobresale un poco de madera quebrada. Lo que da a entender que tuvo corona (diadema) de la misma talla. El cuerpo está vestido de una túnica sin manto; no se la descubre pie alguno; los brazos, proporcionados; las manos largas, especialmente los dedos; en la mano derecha, que la tienen hacia arriba, mantiene una manzanita y en la izquierda está colocado el Niño, el que asimismo es de talla, de la misma materia que la Madre; tienen de alto como cinco dedos, vestidos de túnica de talla, toda ella de color encarnados, algo deslustrado por la antigüedad. No se sabe que tenía en las manos, porque está sin ellas. Ocurrido por algún accidente que se ignora y aún de los pies faltan las extremidades. Esta como sentado sobre la mano izquierda de nuestra Señora, aunque ésta (mano izquierda) no se registra»

Esta descripción es de sumo interés, ya que esta talla original ha desaparecido. Otro detalle es que menciona que no se sabe de que madera se hizo, pero con una muestra extraída por Fita, se le comunicó que era de chopo álamo y álamo negro, especie sumamente común en toda España.

En cuanto a la altura de esta talla parece ser de 40 cm, según se deduce de la descripción.

La devoción a la Virgen en la imagen de Valverde creció de año en año de tal modo que el Concejo de Fuencarral se vio cada vez más urgido a tomar decisiones en serio. Como él no tenía posibilidades económicas, pensó en entregar su ermita de Valverde al Rey en Patronato, para que él solucionara su problema. Si el Rey lo aceptaba, podría, a su vez, derivar su Patronato a persona o familia que se encargara de hacer las edificaciones y reformas precisas y llamar a una comunidad religiosa. Siempre esta solución daría mayor estabilidad y servicio al templo, y a los fieles que acudieran a él, porque las atenciones de un ermitaño, por necesidad, tenían que ser mucho más limitadas.

Después de muchas deliberaciones, el 27 de agosto de 1595 envió el Concejo al Rey, que era Felipe II, la petición de que aceptara su Patronato Real a la Virgen de Valverde con su ermita y posesiones. Fue firmada por cuarenta y tres vecinos, cuyos nombres se especifican en la carta. El Rey aceptó el Patronato y con él la facultad de traspasar el patronato a otra persona que cumpliera los deseos del pueblo de Fuencarral. La fecha de la aceptación es la de 15 de noviembre de 1595.

Probablemente la posibilidad de pasar el derecho de Patronato a otra persona estaba ya hablada y determinada con Don Juan Ruiz de Velasco, que se hallaba directamente al servicio del Rey en la secretaría, pues las negociaciones para ello fueron demasiado aprisa para pensar de otro modo. La fecha de primer día de un año es generalmente un tanto sospechosa de artificio. Esto ocurre con la del 1 de enero de 1596 en que don Juan Ruiz de Velasco pide al Rey la cesión de su patronato sobre la ermita de Valverde. El 20 de enero lo cedió el rey al peticionario, y no sólo de lo existente, sino del “monasterio que allí han de hacer fundar y edificar”.

Y la licencia para la fundación nueva se obtuvo del Cardenal- arzobispo de Toledo, Archiduque Alberto, con fecha de 17 de diciembre de 1597 para fundar en Valverde “ un monasterio de frailes Recoletos de la Orden de Santo Domingo, bajo la advocación de Jesús y María”. La ermita y el monasterio en ciernes fueron entregados por Ruiz de Velasco el 30 de abril de 1598 por escritura que contenía la dotación, condiciones y deberes tanto por parte de los Patronos como por parte de los religiosos. Fue aceptada y firmada por los Padres Alonso Nieto y Diego de Alderete. Priores de Atocha y de Santo Tomás de Madrid, respectivamente Tenían por ello la debida delegación del Provincial P. Juan de Villafranca.

Ruiz de Velasco, y sus hijos, como tantos patronos y fundadores, poseían más voluntad que dinero. Por esta razón se vieron precisados los religiosos a proseguirlas con el paso de los años, a lo que se sumaron las aportaciones de los devotos de la Virgen. De este modo se daba cumplimiento a los deseos y voluntad del pueblo de Fuencarral, que era tener una comunidad que cuidara de su Virgen. Inicialmente se calcularon doce celdas para otros tantos padres y las correspondientes a Hermanos legos y Donados pero eran necesarios más locales: cocina, refectorio, sala de calefactorio que venía ser como el cuarto de estar, biblioteca, etc. Añádanse los espacios dedicados a los servicios, como lagar, horno de pan, cuadra para las caballerías, panera, etc., porque los conventos compraban y encargaban poco fuera de sus muros y se lo procuraban todo ellos mismos.

Cabe destacar la palabra “Recoletos”, que se incluye en las cartas y escrituras, la palabra no indica que hubiera dos clases de dominicos, pues la Orden nunca ha estado dividida, sino que significa, dominicos que, reunidos en una comunidad, llevaban una más estricta observancia que de los demás conventos de la Provincia. Efectivamente, la comunidad de Jesús María de Valverde, desde los primeros años de su fundación hasta su supresión en 1836, tuvo siempre fama por el rigor con que se llevaba la vida conventual. A pesar de todo, porque en la vida hay sus más y sus menos, en altos y sus bajos, el convento de Fuencarral cedió un poco en su observancia en el último tercio del s. XVII. Pronto, sin embargo, recuperó el ritmo de su vida espiritual de observancia, debido a la directa intervención del P. Pedro de Ayala después Obispo de Ávila y Nuncio apostólico, y del Hermano lego Juan Gallego. Ellos, apoyados por el Provincial y por la Provincia, tramitaron lo necesario para instaurar la antigua observancia, obteniendo del General de la Orden, P. Agustín Pipía, las letras no sólo permitiendo sino imponiéndola, trasladando del convento a cualesquier religiosos que no abrazaran el estricto rigor de su constituciones. Lo cual no fue preciso.

Junto con la familia Ruiz de Velasco, se ha de recordar la de los Marqueses de Murillo, quienes estaban muy conexionados con el P.Pedro de Ayala, por ser su confesor. El afecto pasó después a la comunidad ya reformada. A los Marqueses de Murillo se debe la ampliación de la iglesia y la construcción de lagunas dependencias del convento. Esto nos lo dice la misma iglesia que tienen en su frontis la fecha 1720. Las obras siguieron hasta 1745.

El convento quedó muy transformado con la llegada de las tropas de Napoleón, y la ley de “Bienes Nacionales” de José I en 1809, puesto en venta y comprado por Federico Crossat.

El lastimoso estado en que quedaron la iglesia y el convento obligó a los dominicos a vender algunas de sus propiedades para efectuar su reconstrucción. A ello acudió también la familia de los Hormaza. Sobre las aportaciones circunstanciales, fundaron cátedras de Moral y de Predicación para preparar misioneros populares y predicadores, por lo que se hizo célebre el convento de Jesús María de Valverde en el s. XIX.

Finalmente los frailes fueron exclaustrados durante el Trienio Constitucional (1820-1823). Privados de sus custodios, tanto la iglesia como el convento, comenzaron a resentirse, primero en partes ornamentales y después otras que afectaban más a la supervivencia de los edificios. Algunos se cayeron o hubo que tirarlos por ruinosos hay otros que debieron ser restaurados. La iglesia, por haber pasado al patrimonio de la diócesis, se ha conservado mejor y las edificaciones conventuales han sido utilizadas a temporadas de años por algunas congregaciones religiosas.

Gracias a la devoción del pueblo y a la Cofradía de Nuestra Señora de Valverde, se mantiene muy viva la devoción a la Virgen.